La luz de Belén, un momento mágico.

¿Cuantas veces, de pequeños, nos dijeron que los Reyes Magos nos veían desde el cielo? No hay quien diga que no volteó de reojo alguna vez para ver si los veíamos inquisidores.

¿Que una estrella los guiaba desde el oriente por todo el mundo?, para muchos, ilusiones infantiles, pero la luz de Belén es más real de lo que nadie se puede imaginar, compuesta de perseverancia, fe esperanza y hermandad, cada año viaja miles de kilómetros en alas de estos cuatro elementos, para que podamos recibirla, no solo en nuestras manos, sino también en nuestros corazones.

Con esa esperanza fuimos llegando a la Almudena desde las 18:00 horas, unos antes y otros después, primero con el propósito de ver en qué ayudábamos, para después sumarnos a esta epifanía compuesta de una catedral entera de corazones con ganas de ser parte de una magia de verdad.

Las pañoletas azules nos fuimos multiplicando por la Almudena, guiando, orientando, cargando y ayudando a crear un orden para que el evento pudiera realizarse.

Afuera de la puerta principal cientos de scouts de todas las edades, esperaban ansiosos en medio de la plaza a ser nombrados para acomodarse en el interior, también había público de todas las edades que preguntaban con anhelo, si podían quedarse dentro, con la esperanza de poder ser parte de la luz que mueve montañas.

Muchos se quedaron esperando en las puertas y por primera vez el Scout pasó antes que las personas mayores y los niños.

Pero al final nos apretamos todos en los asientos, así propios y extraños, nos dedicamos a disfrutar de la llegada de la luz de Belén.

No sabíamos por qué se había retrasado media hora, pero era más que válido, el cardenal no quería perdérsela y viajó a toda prisa desde Donostia hasta la Almudena para acompañarnos, guiando con su sonrisa y entrega a todos los presentes. Con niños y jóvenes a su alrededor nos llevó a ser parte de un todo.

La música, como siempre, saliendo desde el corazón de todos, complementó la magia del lugar, la luz se hizo y fue recorriendo e iluminando por en medio de todos y encendiendo los corazones una vez más.

Como bien dijo el cardenal, no se trata de una luz egoísta para quedárnosla, sino para compartirla con todos aquellos que nos rodean.

Amor por el servicio hasta la próxima.

Feliz Navidad a todos

Ariela Rangel Cuenca.

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